lunes, 7 de julio de 2014

ISLA, UN LUGAR DONDE LLOVIÓ Y ESCAMPÓ



ISLA, UN LUGAR DONDE LLOVIÓ Y ESCAMPÓ 04-07-2014

Un año más se ha cumplido el programa de excursión organizada por el Club cicloturista alaejano. Viajamos en esta ocasión a Isla (Cantabria), un bonito lugar que nos recibió con el cielo llorando y el sol escondido dando al traste con nuestro deseo de playa y buen tiempo. Pero mejor vamos por partes y por orden.

Salimos bulliciosos de Alaejos sin parada en Tordesillas camino de Valladolid y una vez repleto el autocar, emprendimos el feliz fin de semana cántabro.
Primera parada en Reinosa para desayunar y recoger a Laura y José Luis, que sin ellos y sin el presidente que llegó después, la excursión no sería lo mismo.
Poco después paramos en Ontaneda, el pueblo con nombre casi de galleta. Ahí los más osados se apearon del vehículo para caminar los aproximadamente 10 kilómetros que les dijeron, aunque ya en  destino se enteraron que en realidad habían pateado casi 16.
Despedimos a estos andarines y muy poquito después nueva parada y apeada de excursionistas que caminarían 5 Kilómetros.
En el autocar quedamos los menos osados o más “averiados” para caminar, sobretodo con la amenaza de lluvia que se cernía sobre nosotros.
Pronto llegamos a Puente Viesgo, donde Toño descargó el resto del pasaje. Allí era el punto de llegada de los dos grupos caminantes, y los no andarines teníamos tiempo libre.

Me había quedado sin nadie de mi grupo y aunque a todos los excursionistas les conozco, y precisamente por eso, no me gusta “pegarme” a otros grupos donde no tengo la certeza de ser recibida sin ser eso: un “pegote”.
Aclaro que cuando voy con “mi” grupo y vemos que alguien de otro se queda solo, siempre le invitamos de corazón a acompañarnos, con la ilusión de que acepten nuestra compañía, pero si la sola soy yo, prefiero la soledad sabiendo que mi gente, mi buena compañía, está de camino.

Así preferí caminar a solas, feliz e inmersa en mis propios pensamientos y en el propio deseo de hacer lo que me diera la gana, dentro de las posibilidades que me ofrecía el lugar. Me empapé del aroma vegetal de Puente Viesgo, paladeé el entorno sin el cotorreo de congéneres. Yo, Yo misma y el verde Valle, el río cantarín y los pájaros habitantes del mismo espacio que Yo misma y Yo.
Me senté en una cómoda y silenciosa terraza a tomar lo que me vino en gana y no tardé en recibir la llamada de mi santo marido, que cumplidos sus kilómetros a pie, me buscaba con Nardi y Elisa para continuar los cuatro con la buena costumbre de vermutear juntos.
No tardaron en llegar el primer grupo de caminantes, cansados pero felices por haber cumplido su hazaña y llegar secos.

Poco duró la sequía, y antes de abordar de nuevo el autobús, comenzó a “llovisniar” un poco y poco rato. Nada que asustara al hambre que a aquellas horas había hecho acto de presencia.
Enseguida llegamos a un precioso merendero al aire libre cuajado de árboles, con mesas rústicas y bancos clavados al suelo junto a un rio pedregoso. Pretendíamos disfrutar un rato del entorno, sacamos neveras y merienda y en vez de comer con la calma deseada, tuvimos que engullir rápido la rica comida compartida, porque las primeras gotas no tardaron en hacer acto de molesta presencia.
Apenas pudimos degustar el postre ya recogiendo el hato porque las gotas iban convirtiéndose en copiosa lluvia que nos hizo correr al autocar, y nada más subirnos, casi diluviaba.

Cambiamos la playa programada por el hotel contratado al que llegamos media hora después de la accidentada comida.
En el “Isla Bella Spa” fuimos rápidamente atendidos y nos fueron asignadas las cómodas habitaciones donde apenas nos instalamos y volvimos a reunirnos con nuestros grupos.
Con el ánimo tan empapado como nuestros paraguas, y sin ganas de buscar lugar más alejado, cruzamos la calle y en el Mesón “Mi abuelo Lipe”, nos acomodamos para tomar café.
El amable camarero, en despiste más que de principiante pero sin mala intención, sirvió uno de los cafés sin contenido en la taza, lo que nos hizo pasar un buen rato de risas “andaluz-castellanas” por sacarle punta al café con leche sin leche y sin café.

Pronto dejó de llover, aunque el viento era fuertecillo y como no hacía para baños al aire libre y el Spa estaba con aforo completo, parte del grupo  paseamos y el resto “Spaseó”.
Siguiendo con el programa que la organización había ideado, a las nueve de la noche, nos reunimos todos los excursionistas en el comedor donde una suculenta cena no se hizo esperar.

Lleno el ánimo y la tripa, cada uno volvió a hacer lo que le dio la gana. Mi cuerpo incapaz de seguir mi deseo de continuar en tan agradable reunión, decidió obligarme a subir a descansar y como no era cuestión de discutir con Yo misma, Yo, le hice caso sumisa y me acosté a tan tempranísima e inusual hora para alguien como Yo que me acuesto a las mil.
Morfeo no tardó en tenerme rendida entre sus brazos, cuando el sonido de suspiros y alborozo me desveló. Quizás los de la habitación de al lado, hacían deporte a lo loco por la forma de respirar y jadear fuerte, sobre todo ella, que parecía que el esfuerzo le estaba costando la propia vida. Por los casi translúcidos tabiques, a punto estuve de jalear y aplaudir su esfuerzo. Por si así se animaban a correrse una nueva etapa con subidas o bajadas a algún pequeño puerto.

Si alguien empieza a especular quien del grupo ciclista alaejano había preferido hacer bici “Esta-tetíca” o lo que quiera que hicieran, que no piense que voy a cometer la indiscreción de dar sus nombres y hasta apellidos para que todo el que me lea se entere y luego me acusen de entrometida, de indiscreta y de decir en mis crónicas todo lo que hacen quienes viajan conmigo. No, no lo haré ¿O sí? Bueno pues si queréis saber quienes eran los fogosos, o comprobar si yo demuestro ser una hija de puta, tendréis que continuar leyendo.
Amaneció el domingo soleado y fresco. Un estupendo desayuno nos levantó el ánimo justo antes de dispersarnos como siempre cada uno por su lado. Algunos aprovechando la marea baja disfrutaron de playas más extensas y otros compramos para traer de recuerdo unas anchoas de Santoña.
Junto a mi torero y mi tonadillera paseó con nosotros Mª José, mujer de gran corazón que siempre regala sonrisas y es muy grato compartir espacio vital junto a ella.
A las doce volvimos al hotel para recoger los equipajes y dejarles en el autocar, luego continuamos por Isla paseando y vermuteando.
En una terraza casi a pie de playa en que nos sol y sombreábamos un poco, también se sentó José Juan Vaquero, famoso en España monologuista pucelano que amablemente posó para una foto que le pedí.
Luego mientras nuestra andaluza tiendeaba con su madre, Marimar nos dijo que llevaba algo de dinero suelto y se ofreció a regalarnos uno de los apartamentos en venta que nos salió al paso; declinamos porque el sitio parecía algo sombrío.
Me gusta este grupo con el que no me faltan las risas, el cariño y la amistad y donde nunca hubo malos rollos.

Cuando llegó la hora fuimos a la “Hostería San Emeterio”, y otra vez todos los excursionistas juntos, dimos buena cuenta de la rica comida, el café y las risas, estas por nuestra cuenta, no iban incluidas en el precio.

A las cinco de la tarde se acabó lo que se daba, “El Andaluz” ponía rumbo de regreso a casa. La película de moda nos rompió la siesta e hizo que la hora y media que dura, se nos pasara en un suspiro y muchas carcajadas.
Paramos en Herrera de Pisuerga el rato de obligado descanso, tomando quien quiso “sobras de misericordia” y unas pastitas caseras cortesía de la mejor cocinera para celebrar con todos nosotros que su preciosa niña ha comulgado este año.
Tras el breve descanso, continuamos viaje a Valladolid y Alaejos donde llegamos tan ricamente, despidiéndonos hasta la próxima que esperamos sea igual de buena en alegrías y mejor en climatología.
Particularmente eché de menos a Gerardo y Mariangeles y a nuestro veterano Teodoro, que no pudo celebrar su cumpleaños en nuestra compañía como ya hizo en varias ocasiones.
¡Ah! Olvidaba deciros que los del “follón” (o follaje) nocturno, era una pareja de jovencitos que nada tenía que ver con el club, la excursión ni la madre que nos parió.


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