lunes, 14 de abril de 2014

DOMINGO DE RAMOS


DOMINGO DE RAMOS 1966

   13-04-2014
 Domingo de Ramos… Es fácil continuar la coletilla, casi sale sola, y aunque quizás la costumbre de “estrenar” en este día se ha perdido como tantas otras, afortunadamente todos seguimos teniendo manos (algunos demasiado largas y cuenta de ello tendrán que dar).

Hoy Valladolid estrena primavera en todo su esplendor, luz, tradiciones, color y Semana Santa.
La gente con ilusión de feria nos hemos echado a la calle en mañana soleada y de temperatura más que cálida para ver la procesión de la Borriquilla, pollino pequeño y paso muy querido en Valladolid, pese a no tener altísimo valor escultórico como el de la mayoría de los que procesionan o se veneran en esta castellana ciudad.

Tras comprar a Lucía la tradicional palma, tuvimos suerte de encontrar un lugar perfecto de primera fila en la ya cuajada de gente calle Duque de la Victoria. Aguardamos y poco antes de ver aparecer el primer pendón… (Estandarte), por los altavoces empezó a resonar esa musiquilla que nunca falta en Domingo de Ramos y que me llevó en volandas a mi colegio “Cardenal Cisneros”, cuando era una de sus alumnas y vestidita de  uniforme, contando tan  sólo nueve años de edad, participaba en esta citada procesión de Ramos.
Los días previos, en el colegio nos hacían canturrear machaconamente esa cancioncilla: “Gloria al Hijo de David, sol inmenso de bondad, hosanna que viene en nombre del Excelso Jehová…” para que durante la procesión la cantáramos.
Al escuchar de nuevo la añeja canción, volví por un instante a verme vestida con mi uniforme azul, gorrita del mismo color que jamás supe llevar con mínimo gusto, guante blanco de algodón y el cuello de plástico que afortunadamente sólo se utilizaba en esa procesión, porque era duro e incómodo como collarín cervical.
En la foto que muestro, se puede ver  además de a mi querida prima Feli y a mí de la guisa descrita, a mi hermano Toño, hombretón y guapísimo y al tibio de nuestro primo “Julito”, que nos hizo llegar un poco tarde a la procesión porque se cayó y tuvo que volver a casa para que le pusieran la “Micromina” que como magia, curó la leve raspadura que se hizo el tonto.
Yo no estaba acostumbrada a que un niño fuera tan lerdito, (quizás las niñas sí lo eran o éramos a esa edad y en esa época) mi hermano con sus once años ya era fuerte como un roble y si se caía, sólo le hacía coger fuerzas para no volver a caer. Hacía tiempo que él ya no lloraba por semejante memez.


De vuelta a la realidad 2014, la procesión poco ha cambiado: capuchones  tradicionalmente descapuchonados en representación de algunas de las cofradías de la ciudad y niños uniformados (o no) de algunos colegios también de nuestra ciudad… gente impaciente metiendo codo para ponerse los primeros habiendo llegado los últimos. Otros foráneos queriendo cruzar la calle cuando a ambos lados de las aceras había varias filas de personas estrujándose para ver pasar a la Borriquita que cerrando el cortejo lo hizo una hora después del primer estandarte.


Después y de regreso a casa, nos cruzamos con ríos de gente haciendo exactamente lo mismo que nosotros.
A algunos casi se les podían apreciar las etiquetas colgando de la ropa primaveral, que demostraban que sus manos estaban intactas. Otros para que no les molestara sobre el brazo, iban aguantando el calorón de medio día embutidos en el grueso abrigo que abrigó su apenas alejado invierno.
Nada nuevo bajo el sol, salvo que con el paso de los años, en vez de niña de colegio, soy abuela de la pizpireta más maravillosa del universo.

1 comentario:

Marisa Pérez Muñoz dijo...

Si María, aunque ya anuncian nubes y lluvias para Jueves y viernes...

Besitos guapa

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