domingo, 24 de noviembre de 2013

NOCHE DE SAN JUAN EN CANARIAS



 Manuscrito 03-07-2013
 Ya compartí con vosotros en forma de crónica lo bueno de nuestras vacaciones en el Hotel "Gloria Palace Amadores" en la isla de Gran Canaria. Ahora quiero contaros lo no tan bueno (nunca malo) ¿O sí? Como siempre todo depende del ojo que lo mire o de la conformidad o exigencia de cada quien.
Lo único “malo” de nuestro hotel, sobretodo para quien busca playa y playa, es que está situado sobre un acantilado y aunque los preciosos ascensores panorámicos nos bajaban hasta el paseo y desde él, había que caminar: o 250 metros hacia una playa no tan buena en la zona de Puerto Rico,  o 750 metros hasta otra –la de Amadores- bonita, muy bonita, pero a la que se llega –o se sale de ella- con la lengua fuera y no por beber sus cristalinas aguas saladas, sino porque en el paseo ondulado cuesta la cuesta; sobretodo en las subidas.

Las animaciones nocturnas (de 10 a 11 de la noche); algunas no estaba mal para pasar un ratillo, pero otras algunas, se limitaban a dialogar con el público en un idioma perfectamente extranjero –cosa que me parece bien- aunque estimo más lógico que además se hubiera hablado en español, más que nada porque estamos en España.
Por mucho dinero que se dejen aquí los forasteros de otros países, también los de habla castellana de esta piel de toro queremos sentirnos “como en casa” cuando salimos de ella.

Afortunadamente el resto del personal de hotel hablaba con nosotras en un perfecto español.

Siguiendo con la “crítica” sobre extranjerismo en nuestro país, comentaré también que concretamente nuestra última noche en la isla coincidió con la de San Juan. Nos las prometíamos muy felices porque viviríamos la hoguera en una “verdadera playa”; tan artificial como la de “Las Moreras”; -aunque nada que ver con la Pucelana- porque aquí teníamos mar y olas.

Después de cenar y de “disfrutar” de una poco afortunada queimada –y del último espectáculo en el precioso salón de nuestro hotel- nos encaminamos por el zigzagueante paseo iluminado poco más que por lamparillas hasta la playa de Amadores, donde no había rastro de hoguera ni de gentes con ánimo de saltarla.
Decepcionadas subimos por el mismo ondulado  y ahora empinado camino y regresamos al hotel. Al llegar decidimos tirar un último intento y paseamos hasta la playa de Puerto Rico con idéntico mal resultado: nada para arder; las únicas quemadas éramos nosotras (no demasiado tampoco, sólo lo cuento como anécdota “mala” del viaje) y porque hubiera sido un bonito broche final para nuestras magníficas vacaciones. Eso si, pudimos contemplar y disfrutar de una hermosísima luna llena –que alumbraba mucho más que las farolas- y del sonido de las olas rompiendo contra las rocas bajo un luminoso manto de estrellas.
Lo cierto es que de vuelta al hotel, una camarera muy amable y solidaria con nuestra decepción, nos dijo que San Juan es una fiesta española que hace años se celebraba muchísimo en la isla, pero que se está perdiendo porque los turistas extranjeros no conocen esta tradición no les interesa conocerla y ni falta que hace.
La muchacha tenía razón, los extranjeros son “muy suyos” y salvo tratar de imitar malamente alguna guerra de tomates o los inimitables Sanfermines, no exportan nuestras tradiciones; mientras que los idiotas españoles nos traemos las costumbres extranjeramente ajenas y festejamos por todo lo alto absurdeces como Hallowin –yo no-  y otras cientos que no recuerdo sean forasteras, porque seguramente llevo tantos años celebrándolas, que hasta pienso que siempre fueron españolas; mientras dejamos de celebrar las que festejaban nuestros abuelos.

Mañana toca en capítulo aparte otra cosa –menos buena- de nuestro viaje.

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