viernes, 1 de junio de 2012

SIN ALMA BAJO LA TOCA (NIÑOS ROBADOS)


 Aunque ocurrió hace muchos años, las heridas continúan sangrando como si acabara de ocurrir.
Que a una madre le arranquen de sus brazos al hijo que acaba de parir, es una de las cosas más atroces que puedo imaginar.

La resignación y el tiempo hacen que el dolor se adormezca; los brazos vacíos quizás se llenan con otros hijos que nunca harán olvidar al pequeñín que nació muerto…
Si duro es el embarazo y durísimo parir, regresar a casa sin el niño en brazos sabiendo que jamás podrás mirar esa cara con la que soñaste durante nueve meses; darle el pecho, mimarlo, entregarle todo el amor que guardabas para él… Si esto es duro, infinitamente más debe serlo enterarte que tu hijo no murió, nunca estuvo en la cajita que enterraste, ni bajo la losa donde pones flores llena de dolor. Enterarte que a ese  hijo no te lo arrebató la vida, si no que te lo robó una mujer: una serpiente cubierta con hábito y toca de religiosa que actuaba impunemente mercadeando con recién nacidos.
Enterarte además que no fuiste la única, que hay miles que como tú rezaron por su hijito muerto al mismo Dios que esa monja… ella y ¿Cuántas más? ayudadas por médicos, solapadas por vete a saber qué oscuro entramado que trabajando en hospitales públicos llenaros sus bolsillos a costa del dolor de los padres a quienes sustrajeron su más valiosa posesión, sin un permiso que jamás hubieran obtenido por las buenas.

De pronto ha estallado el escándalo más cruel y atroz. Se descubre el entramado: Los niños eran vendidos (o regalados a cambio de ricas prebendas) a otros padres que no podían serlo porque Dios así lo decidió.

Esos niños comenzaron sus vidas lejos de quienes “Dios” les había asignado como familia para vivir el engaño más cruento que ningún ser humano imagina.

Quizás esos padres tan deseosos de serlo, les criaron con amor: con un amor ciego que no quiso ver de dónde venía realmente ese hijo que no les extrañó tener que pagar “religiosamente” el favor que “sor quien sea” les hizo, aunque quizás, la vida de esos niños no fueron tan idílicas porque no eran deseados para ser amados, si no para ser utilizados en cuanto tuvieran provecho; hijos a los que quizás al enterarse de que eran adoptados, les dijeron que su madre les había abandonado, cuando en realidad esa madre; esos padres, abuelos… aun sigue llorando su muerte.

Muchos –la mayoría- nunca encontrarán a sus verdaderas familias. Otros quizás las encuentren, pero todos tendrán demasiadas preguntas sin respuesta.

Tuve la fortuna de parir tres veces y las tres regresé a casa con mis hijas. Pude criarlas, educarlas, darles todo mi amor y recibir el suyo; me pregunto si yo hubiera sido una de esas madres a las que les decían que su  hijo nació con vuelta de cordón o tan enfermo que no podría vivir. Estafadas sin saberlo; si ahora, tantos años después me entero de tal aberración qué haría: quedarme tranquila aseguro que no. Intentaría buscar la verdad por todos los medios.

Si fuera posible, abriría con mis propias manos la tumba para cerciorarme si hay huesos o aire  tan pútrido como el alma de todos los implicados en tal horror.

Intuyo que esta “Sor infame” es la primera de una larga lista y me temo que por su avanzada edad no caerá sobre ella el peso de la ley humana.
Espero que caiga eternamente al peso de la ley divina a la que ella parecía abrazar, a tenor de los votos que un día juró, “consagrando su vida a derramar la palabra de Dios”.

¿Qué más esconde bajo la toca esta mujer? ¿A quien solapa? ¿Ha vivido tranquila sabiendo que traicionaba a su Dios?
¿De verdad si a la hora de morir dice “Me arrepiento” estará eternamente a la diestra del Padre?

Si Dios tuviera esa facilidad para perdonar actos tan horribles, el mundo se convertiría en un caos sabiendo que nos espera una maravillosa vida eterna siempre que a la hora de morir reclamemos un sencillo “perdón”.

Si esta mujer y todos cuantos estén mínimamente implicados creyeran que hay dios y demonio, no me cabe duda que hubieran elegido vivir honestamente y cumpliendo a rajatabla los mandamientos de la ley de Dios, entre los que no encuentro ninguno que diga “robarás el hijo a unos para vendérselo a otros”.

Si tienen tanta edad como para no soportar el peso de la ley, espero que no les alcance toda la eternidad para pagar sus culpas en el infierno.

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