domingo, 14 de noviembre de 2010

ABUELAS QUE SE NIEGAN A SERLO

Tranquilos, mi vida no sólo gira en torno a mi reciente “abuelidad” y aunque este caso no habla de mi familia, inevitablemente sí de sentimientos abuelo-maternales con los que estoy tan sensible en estos momentos, por eso no puedo dejar de compartirlo con vosotros.

Juro por mi honor, que todo lo que leeréis a continuación, no es invento ni una de mis novelas; desafortunadamente para los protagonistas, la historia es cierta, porque aunque parezca un mito, “haberlas haylas”.

Si eres mala madre, jamás podrás ser buena suegra y mucho menos disfrutarás con ser abuela.

Ojala cuando la aludida lea esta entrada, se dé cuenta de su error y aunque está dedicada sobretodo a “quien ella sabe”; sirva para que rectifiquen a tiempo otras mujeres que piensen y actúen de forma parecida.

ABUELAS QUE SE NIEGAN A SERLO

Durante estos días en que he recibido el mejor regalo, tuve tiempo para todo y para nada, pero he podido pensar mucho en la vida y admitiendo sin tapujos los múltiples defectos que me adornan, he pensado mucho en esas mujeres abuelas –que las hay- que se niegan rotundamente a serlo escudándose en la absurda frase: “ser abuela me hace vieja”.

Vieja ya eres por pensar y sentir así; de mujer a mujer te digo: un nieto ni te rejuvenece ni te avejenta; tus años son los que tengas, aunque tu mente caduca te prive de disfrutar intensamente la experiencia más increíble que como mujer se puede vivir.

Primero la de ser madre; naturalmente eres joven y sentir dentro de ti ese hijo que llega, verlo nacer, ponerlo por primera vez al pecho… es algo que hasta ese momento es lo más maravilloso que te pasó, aunque no lo puedas vivir tan intensamente como quisieras por las lógicas molestias de embarazo, parto y pos parto.

Ver crecer a esos hijos día a día, ver sus logros, que te confíen sus penas y alegrías; poder darles la mano en sus caídas, consejo y apoyo en sus dudas, confianza en sus temores, y amor, darles siempre amor a manos llenas, deriva en una unión inquebrantable.

Llega el momento en que tus hijos vuelan del nido, intentas conquistar con respeto a sus parejas, que se sientan en tu casa como en la propia, consciente de que ha de ser así para no enturbiar ni sus vidas ni la tuya.

Cuando esa unión se consolida y te dan un nieto, revives momentos que creías perdidos para siempre, y ahora puedes disfrutar plenamente porque eres la abuela y ya tienes edad para serlo. Lo contrario, es ir contra natura: Vieja no te hacen los nietos; vieja te hace tu propia mente por mucho que tu cuerpo aparente quizás un par de años menos.

Me enteré que el día que fui abuela, tu hijo también fue padre. Casi un mes después, ni has conocido a la criatura, ni tienes intención de hacerlo.

A una madre –por el simple hecho de serlo- no se le puede perdonar todo; mucho menos cuando jamás estuviste dotada ni de instinto, ni de cariño maternal; cosa que te oí públicamente en varias ocasiones, con la consiguiente reprobación de quienes te escuchamos decir semejante barbaridad, incluso delante de tus hijos.

Así las cosas, habiendo sido madre por accidente no traumático, puesto que sabías lo que hacías; él no te forzó, pero tu terquedad mental te impidió sentir amor incondicional por tus propios hijos; fácil es suponer que no le tuvieras el más mínimo aprecio a la mujer que eligió por compañera lleno de amor, y así se lo hiciste sentir a la muchacha –que no saber- porque cobardemente callaste la inquina, aunque sí te encargaste de divulgar a quien quisiera escucharte, creyendo sin contrastar, falacias increíbles en contra de ella.

Que en los tiempos que corren, tu hijo encontrara una mujer buena, trabajadora, guapa y profundamente enamorada; tanto como él de ella, no fue suficiente para conquistarte con el respeto que le merecías por ser la madre de su marido.

Te ofuscaste en impedir una boda que afortunadamente para la pareja se llevó a cabo, aunque sólo participaste en ella con pretendida elegancia y casi invisible presencia. No causaste la impresión que buscabas con tu vestuario, al ser tu gesto adusto y desabrido sin cumplir con los invitados la función de madrina que se te otorgó por cariño y realizaste tan por cojones como haces todo en tu vida.

Sin tener ningún motivo para reprocharles nada en absoluto, igual de injustamente que siempre, tras la boda continuó incesante tu intento de “acoso y derribo” que terminó por alejar completamente de ti a tu nuera que sensatamente no te consintió más desprecios y hasta conseguiste que tu hijo para salvar su matrimonio, levantara un muro entre ellos y tú.

Como no podía ser de otra manera, cuando el muchacho tímidamente te anunció su próxima paternidad, soltaste sin pudor la frasecita.

También hay otras celebres frases: “Cuando casas una hija ganas un hijo, pero cuando casas un hijo lo pierdes”.

Naturalmente nunca estuve de acuerdo con semejante desfachatez, aunque evidentemente “Hay madres y madres”.

Madre no es sólo quien pare; madre es quien ama por encima de todo a sus hijos, aunque en ocasiones haya de reprenderlos al educarlos en el respeto a si mismos y hacia los demás.

Una buena dosis de tolerancia y comprensión; una pizca de buenos consejos, mucha confianza y apoyo, son ingredientes adecuados para la buena convivencia en el mundo que nos tocó vivir.

Tú sin embargo, haces bueno el dicho: “Suegra=Bruja”.

Para continuar haciendo daño gratuitamente a tu propio hijo, no te preocupaste en nueve meses sobre la marcha del embarazo y unos días antes de que éste se llevara a término zanjaste nuevamente sin motivo: “ Cuando nazca el niño, no me llames porque no pienso ir”.

El niño nació, cumpliste tu palabra, y al igual que te negaste la dicha de sentirte madre, ahora te niegas la de ser abuela. ¡¡No sabes lo que te pierdes!!

Quizás algún día te arrepientas, aunque estoy segura, que ese día será demasiado tarde porque los obstáculos que has puesto son insalvables; hay cosas que por justicia, no se pueden perdonar y tú no mereces perdón alguno, aunque luzcas la “etiqueta” de madre.

lunes, 8 de noviembre de 2010

AGRADECIENDO VUESTRAS FELICITACIONES

Quisiera agradecer a todos nuestros amigos y conocidos las muestras de cariño, felicitaciones y regalos que hemos recibido tras el nacimiento de nuestra querida nieta Lucía.

Todas esas muestras en igual medida nos han hecho muy felices y hoy quiero compartir con todos vosotros -englobando en ellas vuestro cariño- una carta que estoy segura va a gustaros.

Esta que os dejo a continuación, es la carta de un viejo amigo al que en esta casa se le quiere y respeta. Hizo a mis hijas sus "nietas adoptivas" y las quiere como un verdadero abuelo. En casa es querido y conocido como "El Yayo Félix".
Estoy segura que si mi padre supiera escribir tan bien como él, habría dedicado algo parecido a esto.
Esta carta precisamente por que mi padre está perdiendo facultades y con ellas la memoria cobra mayor importancia si cabe, porque se que él sentíría igual que el yayo Félix, por eso, en homenaje a mi padre (Bisabuelo Antonio de mi nieta), al yayo Félix y a todos los abuelos que lo son y están orgullosos de serlo, os dejo esta preciosa carta.

Queridos amigos, Jose y Marisa, abuelos primerizos:
La llegada del primer nieto es el mejor regalo que se les puede hacer a los abuelos, resulta toda una inyección directamente al corazón de emoción, de alegría, de vida. Aún digo más, la llegada de los hijos de nuestros hijos es un momento decisivo en la trayectoria de nuestras vidas, entre otras cosas nos hacen renacer el espíritu del niño que todos llevamos dentro, y a través de sus ojos vemos cosas olvidadas de nuestra infancia, como saborear en el alma aquellas caricias maternas.
El modo de ser de los abuelos depende muy significativamente de cómo se haya vivido la niñez, de cómo se fue hijo, de cómo se fue nieto, por ello estoy imaginando a Jose, silencioso, pero con los ojos iluminados contemplando embelesado a la preciosa criatura, y a ti, Marisa, maravillosa abuela, conociendo el entusiasmo que pones en las cosas, lleno plenamente el corazón de ilusión, de amor, de alegría e ilimitadamente feliz, cual debe ser si la preciosa enanita Lucía será, sin posible duda, fuente inagotable de sentimientos positivos.

Eso de que se quiere más a los nietos que a los hijos es un decir, lo que sí es cierto es que la experiencia que da la edad nos brinda una segunda oportunidad de volver a ser padres, en esta ocasión sin los errores de la primera y sin la responsabilidad directa de cuidarlos, alimentarlos, educarlos…también ocurre, en mi opinión, que los abuelos tienen una magia especial con los nietos que es diferente a ser padres.

Para algunas personas ser abuelos significa enviarlas directamente a la tercera edad, convertirlas en viejas, todo lo contrario, es sentir renacer interiormente una fuerza nueva que nos impulsa a vivir novedosas experiencias, recuperar ilusiones y energía, aprender con cada paso del pequeño ser. De verdad, a mí los nietos me dieron mucha alegría, pasé con ellos mucho tiempo, juntos jugamos, paseamos, corrimos aventuras…y puedo asegurar que todo ello es algo que tuvo y tiene un sentido especial que llenó mi vida

Cecilia y David, entusiasmados padres primerizos, Laura e Irene, nuevas tías, que el feliz aterrizaje en el planeta Azul de la chiquiritina Lucía llene vuestros corazones de felicidad y vuestro hogar de risas y alegría

Abrazos y besos.

Félix

miércoles, 3 de noviembre de 2010

LUCÍA QUERIDA NIETA

Querida nieta: Hace poco más de una semana que disfrutamos de tu presencia en este mundo y hasta hoy no he tenido la tranquilidad mental suficiente para darte la bienvenida por escrito.

Desde que el 14 de febrero nuestros hijos nos comunicaron felices e ilusionados que iban a ser papás, hemos disfrutado con ellos la espera.

Tu madre nos hacía partícipes de cada uno de sus sentimientos, sensaciones y cambios de cuerpo y mente y de cada uno de tus movimientos y pataditas desde el mismo momento en que empezó a sentirte dentro.

He revivido junto a mi hija –tu mamá- momentos que una madre nunca olvida; sentirlos de nuevo casi como propios, hizo crecer lazos irrompibles entre tú y yo.

Imaginaba que ser abuela sería algo precioso, especial, el regalo que merecía mi madurez como madre, aunque jamás pensé que sería tan maravillosamente hermoso.

Fue duro ver a mi Cecilia con los lógicos sufrimientos de parto, pero saber que mi mano estaba dándole la fuerza necesaria para afrontarlos, aplacaba mi dolor de madre que no puede hacer nada más para aliviar el de su querida hija.

Los pocos minutos de espera a la puerta del paritorio se nos hicieron eternos a tus dos tías, abuelo, tío Víctor y a mí.

Escuchar tu llanto fue la mejor melodía que he escuchado en años y verte salir en brazos de la matrona junto a tu emocionado papá que estuvo presente en el momento de tu alumbramiento, fue el mejor de los momentos vividos en toda mi existencia, aunque me quedaba el mejor por vivir, tenerte por primera vez en brazos para ponerte en los de tu mamá que pletórica de felicidad te ofrecía por primera vez su pecho para alimentarte.

Desde el mismo momento del ingreso en el hospital hasta que saliste por la puerta en brazos de tus emocionados papás, no me separé de vosotros más que lo imprescindible y sólo por pocos minutos. No permití que nadie me sustituyera para confortar a tu madre y ayudar a tu padre en la primera vez que cambió tu pañal; como buen militar, aprendió rápido y enseguida te manejaba con soltura y sin temor, como si lo hubiera hecho “toda la vida”.

Casi me pegué a tu cuna para no perderme ni una sola de tus muecas y velar la placidez de tu sueño inventando cuentos y cantándote mentalmente canciones que sólo escuchamos tú y yo.

Soñé muchas veces con verte en brazos de tu mamita, por eso no pude resistirme a fotografiar el momento.
Lucía, mi preciosa nieta, la luz de tu nombre iluminará mi camino, el de tus padres, tías Laura e Irene, tío Víctor, abuelo Jose, bisabuelos, tío-abuelos y todos cuantos se han alegrado con tu llegada.
Bienvenida a este mundo que te verá crecer y ser feliz. Bienvenida a mi casa, bienvenida a mi vida y bienvenida a la felicidad que me has regalado tan sólo con tu llegada. Te quiero pequeña.

Tu abuela Marisa

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