Tras dos largos años en los que ha permanecido cerrada para su restauración, por fin hoy nuestra querida iglesia de San Pedro ha abierto sus puertas para ser visitada y comprobar de primera mano la maravilla que ha quedado tras las largas obras.
La reinauguración oficial al parecer será el próximo 6 de septiembre y será con bombo, boato y clérigos de alta graduación –como corresponde a la categoría del referido monumento eclesiástico-.
Al parecer hoy también ha habido alguna visita previa de “gentes principales”, de alguna institución que también ha tenido más que opinión en la posibilidad de ejecución en la restauración de nuestro templo. No digo quienes han estado llenando la plaza de mi pueblo de coches caros, guardaespaldas y ceremonial seglar, porque no he leído la noticia en la que aparece dicho dato, simplemente por casualidad me acerqué a la plaza para otro trámite y vi que mis paisanos entraban y salían libremente; cosa que lógicamente y después de tantas ganas de verlo abierto, hice yo misma acompañada por Cecilia y David.
Hoy no es día de hablar de la época en que fuera construida ni la forma en que el paso del tiempo quebró la majestuosidad de esta iglesia que preside la Plaza Mayor de Alaejos. Hoy toca hablar desde lo más profundo del corazón y del sentimiento al entrar de nuevo en San Pedro y ver que ya no queda nada de aquel templo maravilloso que daba pena ver en estado casi ruinoso, lleno de humedades y pinturas colgando de techos y paredes; oscuro, malherido y aun así admirado y querido por los alaejanos. Hoy por fin luce espléndido, tal y como debió estar siempre. Tal y como deseamos que en breve podamos ver nuestro otro monumento nacional: la iglesia de Santa María, sumamente deteriorada en la actualidad.
Las cristaleras de San Pedro, ahora pulcramente limpias dejan pasar toda la luz del día que desde años estuvo oculta tras los cristales opacos de suciedad.
Los altares, bancos y rejas no parecen los mismos que dejamos de ver hace más de dos años.
Ha sido larga la espera, pero ha merecido la pena para poder ver ahora el magnífico resultado.
Durante siglos han permanecido sus paredes encaladas ocultando los frescos que ahora resplandecen como si el artista que los parió hace tantos años, hubiera vuelto a la vida para pintar de nuevo la techumbre y paredes de esta iglesia.
Mi primera reacción al entrar, fue la de llorar como una criatura por la impresión.
¿Experta en arte? ¿Meapilas recalcitrante? ¿Asidua a celebraciones religiosas? ¿Cumplidora con los preceptos de buena cristiana?
Ni una sola de estas cosas. Simplemente soy alaejana de pura cepa, amante de mi pueblo y de sus monumentos, sobre todo de las emblemáticas iglesias y la ermita de Nuestra Señora de la Casita; y si bien no experta en arte, sí admiradora desde que nací de la belleza que encierran nuestros templos de Alaejos.
Las iglesias fueron construidas hace siglos y son el legado que hemos recibido de nuestros antepasados y el que dejaremos a nuestros hijos y nietos, por tanto mi emoción al ver cómo ha quedado San Pedro está más que justificada, vaya o no a escuchar misa en ella, que ese si es otro cantar.