viernes, 23 de abril de 2010

UN DON NADIE


Estoy convencida de que usted jamás leerá esta carta, porque aunque Internet llega incluso a Cantabria quizás no tenga tiempo para perderlo gratuitamente leyendo a una persona simple como seguramente piensa que soy.

Quiero decirle que nunca me he topado con alguien tan desagradable, maleducado, insensible y seguramente machista.

Cierto que por mi humilde indumentaria se intuía que estaba recién llegada al lugar porque no lucía tan “espléndida” como la rubia que lo acompañaba; quien sabe si su mujer o no.

Es posible que de haber sido quien le escribe, un figurín descerebrado como la mayoría de mujeres que acababan de compartir su espacio y quizás actividad, nunca me hubiera tratado con semejante desprecio.

Tener una placa a la puerta de su domicilio indicando su profesión y un Don delante del nombre y apellido, no le da derecho a tratar a una señora –que lo soy; amplia, pero señora- como me trató.

Ese desprecio puede guardarlo para su entorno –si ellas se lo permiten-.

No me quedó más remedio que callar y aguantar sin contestarle como merecía, porque casualmente yo sí respeto a las personas, aunque le aseguro que de haber estado en un lugar público donde a nadie hubiera dejado en evidencia, con el respeto y educación que le falta, le hubiera dado una excelente sesión sin cobrar la desmesurada minuta que un profesional como usted seguramente exige en cada visita.

Quizás su posición social le hace ser insolente y mostrar el descaro que empleó al exigirme con innecesaria prepotencia que me sentara en el suelo porque no le dejaba ver el espectáculo que “caballero” contemplaba cómodamente sentado en un sillón.

Las personas con las que me codeo, menos encopetadas y altaneras, jamás le pedirían semejante desfachatez a una señora que aparenta los 53 años que tiene.

No podía creer lo que escuchaba y al intentar cerciorarme hubo de repetírmelo una segunda vez, lo que pareció ofenderle aun más y elevando el tono de voz repitió la “orden” con mayor descaro y prepotencia. Cuando le contesté que iba a tener difícil que me sentara en el suelo, gritó accionando con la mano para mayor hincapié: “Pues apártate que me estorbas”.

No se entienda aquí que hubiera deseado que levantara sus posaderas para asentar las mías; simplemente pretendo destacar la feísima acción de un hombre pretendidamente importante hacia una mujer presuntamente inferior.

Me queda muy claro que no estamos en la edad media, ni existe la caballerosidad hacia una dama, -ni quisiera tan férrea actitud medieval- sólo pretendo hacer hincapié en que con un simple: “Puede apartarse un poco que no me deja ver”. Hubiera sido suficiente.

La “clase” se demuestra de otra manera presunto “señor… licenciado”.
Demostró su “clase” y yo la mía no enviándole donde merecía.

Sólo le faltó coger un megáfono y cual verdulero gritar: “Quítate del medio gorda” o castigarme poniéndome de rodillas con los brazos en cruz y colocando sobre las palmas de mis manos hacia arriba varios de los librotes que quizás estudió durante su renombrada carrera, a la que flaco favor le hace su actitud.

Lástima que ninguno de esos libros le enseñó un mínimo de urbanidad, ni la delicadeza con que se debe tratar a alguien quizás de nivel intelectual inferior y menos ceros a la derecha de su cuenta corriente; aunque el cero señor mío, lo lleva en esa parte del cuerpo de la que vive cuando la de otros enferma.

Yo estaba donde tenía que estar y aguanté muy agusto levantada, -pese a haber sufrido dos operaciones muy recientes en mis pies- contemplando un espectáculo donde lo más importante no es permanecer sentado si no disfrutarlo, por eso habíamos muchísimas más personas en pie que sentadas.

Quizás nunca vuelvan a cruzarse nuestros caminos, y aunque así fuera, su cara me impactó tan poco que la olvidé al instante, igual que la de algunos de los impresentables colegas que le acompañaban aquel día; aseguro que demasiados denigraron la honorabilidad que le deben a su profesión.

El hecho fue tan feo, que quiero dejarlo aquí expuesto por si en una de esas casualidades de la vida alguno de ellos o usted mismo lo leen y consigo que se avergüencen de si mismos.

¡¡Nunca se sabe!! ¿Verdad “caballero”?

Recibí humilde educación de mis padres y desde los colegios estatales que pudieron permitirse enviarme, por eso, sin necesidad de que en la pared de mi despacho penda una orla con mi foto, sencillamente le otorgo un Don delante de su orgulloso nombre: Don Nadie.

5 comentarios:

Marisa Pérez Muñoz dijo...

Como bien sabes, no merecen publicidad estos "personajes" que demuestran su incultura al tratar de esa forma a una mujer.

Puedo asegurar que nadie de mi entorno me ha tratado así.
Él quizás este acostumbrado a hacerlo con su mujer... o ella le tiene tan "ajustadito" que sólo levanta la mala leche cuando ella no le ve.
Quizás si esto se lo hicieran a su madre pondría una querella criminal.

¿Sabes lo que te digo? Que me olvidé de ello en pocos segundos, pero al volver a recordarlo he querido dejar constancia del hecho por si lo leyera, que se avergüence.

Muchas gracias wapa.

Marisa

Cesar dijo...

Hola Marisa, siento que te haya pasado esto en Cádiz. Me queda el consuelo de que este señor no era de aquí. La verdad es que estas personas se descalifican por si mismas. Ni merece la pena perder el tiempo en darles publicidad, como tú dices. Además, tras muchos años de relacionarme con gente de la Universidad, tengo más que comprobado que el nivel académico de una persona no tiene nada que ver con su nivel de educación y sus modales. Por otro lado no sé si se puede calificar a este hombre de machista ya que estoy seguro de que si tú hubieras sido hombre él te habría tratado con la misma "delicadeza".

Besos desde Cádiz.

Marisa Pérez Muñoz dijo...

Bienvenido a este Blog César.

No, el susodicho no lucía el magnífico acento gaditano. Y sí, tienes razón en todo lo que dices.

Espero que tu mejoría sea ya notable.

Un beso fuerte.

Marisa

Inma dijo...

La verguenza y la educación no está en los libros. Ese "don" tendría una carrera pero la verguenza demostraste tenerla tu.

Marisa Pérez Muñoz dijo...

Lástima que el fulano ese no vaya a leer ni esta entrada ni los comentarios que me dejáis para que se le cayera el orgullo de vergüenza.

Besazos enormes.

Marisa

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