sábado, 7 de junio de 2008

HABLAR POR HABLAR

( Original Junio 2005 )
Hablar por hablar es el titulo de un programa radiofónico nocturno con el que me suelo dormir cada noche.
Me gusta escucharlo, aunque me duermo rápidamente y casi nunca logro oír entera a una sola de las personas que llaman con múltiples y variopintos problemas.

Hace unas noches, antes de entregarme en brazos de Morfeo, escuché algunas de esas llamadas.

Una señora con voz triste, comentaba que a su esposo le habían operado de vesícula y que ahora tendrían que operarle a ella de lo mismo.

- ¡Que conjuntados! –pensé-. Eso es cariño, así se demuestra el amor en el matrimonio, llevando hasta sus ultimas consecuencias el “hasta que la muerte os separe” y si la muerte tiene que ser de borrachera; embriaguémonos juntos para destrozarnos el hígado a la par y seguir unidos “hasta que la cirrosis nos separe”.

Otra mujer “hablaba por hablar”, de su viudez, para terminar explicando que tiene una urna con las cenizas de su marido dentro de un armario y que cada noche antes de quedarse dormida le habla desde la cama.

Yo me imaginaba al pobre difunto; -sarasa perdido, sin poder salir del armario- escuchando a su mujer y lo que es peor; sin poder contestarla; hecho polvo para toda la eternidad...

Otra noche de costura y no de sueño, pude atender con más atención las historias que las gentes cuentan por contar. Relatos tan fantásticos que ni ellos mismos los creerían de escucharlos en boca de otros.

El programa al que me refiero en concreto, lo emitían una noche muy cercana –sino la misma- a la de San Juan 2005.

La descripción física de las personas, no puede ser más que fruto de mi imaginación. Sobradamente comprobado es, que suelo equivocarme muy poco cuando doy rienda suelta a mi fantasía elucubrando lo que hay tras un gesto o una voz, puesto que de momento la radio no tiene imágenes.

La primera llamada que escuché fue la de una señora de abultado abdomen con voz chascada de años y que hablaba lentamente, recreando sus palabras a sabiendas de que era escuchada por muchas más personas de lo que nunca lo habían hecho... ni lo harían jamás.

Daba consejos de cómo vivir la mágica noche de San Juan.
Según ella, había que acercarse a la hoguera acompañados de un Juan –o Juana- y pedir tres deseos. Ella lo hizo y se la cumplieron.
Dos de esos deseos no recuerdo en absoluto cual serían, pero llamó mi atención el tercero.
- Pedí que desapareciera mi marido y poco después se murió.
Tras el largo silencio ocultando su risa, la locutora hizo una pregunta a la señora de pelo gris, rizado y alborotado como bruja.
- ¿Por qué querías que desapareciera tu marido?
- Es que era un “pesau”, siempre estaba en casa estorbándome sin hacer nada.
- ¿Cómo sin hacer nada? ¿No trabajaba tu marido? –preguntó la voz lenta y melosa de Mara Torres.
- No podía trabajar. ¿sabes? Es que estaba enfermo de esclerosis múltiple y ya sabía yo que iba a durar poco no creas... pero la cosa es que se me cumplió el deseo.

Tampoco recuerdo como terminaría la conversación. Se difuminó entre mis pensamientos inmersos en dar forma a esta crónica.

Tras la macabra señora; a la que de llamarme Juana jamás acompañaría ni a encender una cerilla, otra llamada un tanto estúpida, o más bien estúpida la muchacha que la realizó.

- Pues te quería contar que el otro día me hicieron la permanente. Tengo el pelo muy largo, precioso, rubio e iba a ir donde siempre me peinan, pero me fui a una que han abierto unos chinos cerca de mi casa y que es mucho más barata. Me pusieron los rulos, me dieron el líquido y después de mucho rato me quitó uno, dijo que aun faltaba, me puso más líquido por toda la cabeza y a esperar otro buen rato.
- ¿Y?
- Nada, me quitó otro y el pelo seguía liso. Me volvió a poner más líquido y me metió en el secador para que hiciera más efecto. Después de tres horas, me dijo que ya no podía esperar más, que mi pelo era muy difícil. Me quitó todos los rulos, me lavó la cabeza, me puso una crema pegajosa para sujetar el rizo, y me dijo que mejor me lo dejara secar a su aire para que el rizo tomara forma.
- ¿Y que tal te quedó? –preguntó apática la presentadora.
- Yo sentía la cabeza como que me pesaba mucho y como si el pelo me pinchara. Me fui a la cama y cuando me levanté y me miré al espejo casi me caigo de espaldas. Tenía unos mechones muy largos, como que me hubiera crecido mucho, otros trozos los tenía como eso que se usa para fregar, amarillo, muy duro...
- Estropajo –apuntó Mara.
- Eso, como el estropajo, pero de punta y muy duro. No me lo podía ni mojar porque el agua se quedaba encima y no entraba, era como si tuviera un casco. Cuando me lo tocaba se me caía a trozos.
- ¿Y que hiciste? –preguntó esta vez Mara, más por liberarse de la tonta que reía mientras contaba tamaño problema.
- Fui a la peluquería de los chinos a que me vieran y me dijeron que yo allí no había estado nunca, que lo que quería era sacarles dinero y engañarles porque no sabían bien mi idioma.
- ¿Entonces? –decía la locutora tan incrédula como apática.
- Pues nada, me fui a mi peluquería de siempre y cuando me vio entrar se llevó las manos a la cabeza y dijo; ¡¡Pero que te han hecho!!
- Imagino –apuntó Mara.
- La expliqué todo el proceso y pregunté si tenía arreglo. Me dijo que si, que rapándome y esperando a que crezca y por eso quería saber que opinaban los oyentes, que me den algún consejo.

Pues mira tonta, como oyente te diré que no tienes gracia ni para inventar historias y que por mentirosa debería ocurrirte alguna vez lo que acabas de relatar, así telefonearías al programa explicando lo que en realidad sientes.
La insistente y nerviosa risita, hizo poco –o nada- creíble el estúpido cuento que tras una noche aburrida sin pareja, porque de puro pija no hay quien te aguante y no se te ocurrió otra cosa para divertirte que inventar esa idiotez.

Mara despidió la llamada y sin más comentario saludó al siguiente comunicante; un taradito quejándose de los mirones que van a las playas nudistas.
Explicaba que él va a esas playas porque le gusta exhibirse, pero que no le gusta que le miren.

¿No se daba cuenta que lo uno no va en consonancia con lo otro?
Si te exhibes, es para que te vean, pero si no te gusta que te miren... ¿cómo podrían verte?

Este chaval; bajito y mal parecido, con más complejos que pelo –escaso prematuramente- más caliente que una barra de pan recién salida del horno, no ha visto una playa nudista ni en sueños... ¿o si? Quizás ha soñado tantas veces encontrarse en una de ellas mirando lascivamente a cuanta fémina –o fémino- se le cruzara, que al final ha creído su propio sueño... ¡Pobre!

Más tarde quien llamó fue una jovencita bien parecida que con la edad comenzaba a entrar más en carnes que en cordura, para que los oyentes la ayuden a interpretar el significado de sus sueños.

- ¿Qué sueñas? -preguntó Mara Torres con la voz lineal de siempre.
- Sueño que me acuesto con Tarzán y que me lo paso pipa. ¡Bueno! ¡antes soñaba con Tarzán!; ahora también sueño con Bisbal y ¡¡me hace unas cosas hija!!.
- Bueno, eso es normal, con Bisbal soñamos todas las mujeres españolas, creo yo –dijo con gracia.
- Yo es que me levanto por la mañana y le digo a mi marido... ¡esta noche te he puesto los cuernos con Bisbal!
- ¡Y yo con Chenoa! ¡no te jode! –parece que contesta el cornudillo.
- No, tú con Chenoa, no, pero yo con Bisbal si.
- ¡¡Pues hija que suerte ¡!
- Es que quería que alguien me diga lo que puede significar.

Mira, en vez de seguir soñando con imposibles, casi mejor que espabiles antes de que tu marido se canse de cornear al aire y busque con quien soñar despierto practicando con otra a falta de tu entusiasmo por hacer lo que dices que te gusta que te haga el cantante de moda o el saltador de árbol en árbol a golpe de liana.

Por ultimo, ya cerca de las 4 de la madrugada; hora en que termina el programa, llamó una mujer de unos 35 años, de constitución y aspecto normalísimo, contando un problema acuático.

Parece que tiene una maceta a la puerta de su casa, que cada mañana aparece regadita y no de agua del grifo precisamente.
Cansada de semejante asquerosidad, se apostó tras la mirilla y vio como un viejo vecino descargaba su arrugada manguera a punto de fenecer, en el pobre tiesto que nada podía hacer por impedirlo.

También pedía ayuda y opinión para resolver el problema.

¡¡Pues nada mujer!! como quitar el búcaro no sería aconsejable, porque al viejo se le podría ocurrir mearte la puerta, mi recomendación es que coloques en la maceta una planta carnívora que le de un buen mordisco en la pilila, verás como se le quita la costumbre al marrangón. Ese hombre es de los que piensa que por edad tiene derecho a cualquier cosa, incluso a cruzar la calle fuera del paso adecuado y tan lentamente como le de la gana. ¡¡Como es viejo!! Todo vale.


Otra noche un tanto lejana a la relatada, también escuchaba la radio en la antesala de mi sueño.

Una muchacha con voz tímida, hablaba por hablar de una infidelidad en vísperas de su boda. Pedía opinión, porque no sabía si decírselo a su novio o callar para siempre.
Cuando la muchacha concluyó su llamada entró en antena un chaval para contar algo muy parecido. Su novia le había confesado aquella misma noche -a tres días de su inminente boda- que se había acostado con su mejor amigo.
- Me ha dicho que si la dejo lo entenderá, pero yo no se que hacer –dijo el “corniveleto”.
- Vale, pues vamos a hacer una cosa –dijo Mara- que os aconsejen los oyentes a los dos.
No tardó en entrar el primero de los “aconsejantes”.
- A un amigo mío le pasó lo mismo. La novia le puso los “tochos” el día de la despedida de solteros con otro chico, que también iba a casarse poco después. La chica se lo confesó a mi amigo y mi amigo nos lo dijo a nosotros a ver que opinión le dábamos, pero decidió que seguía adelante con la boda, que la quería mucho y no la iba a dejar por eso.
- ¡Que majo tu amigo! –comentó la locutora.
- Llega el día de la boda y tal y nada; todos tan contentos en la iglesia. La novia preciosa, “tolos invitaus” allí en silencio, siguiendo la ceremonia y cuando el cura le preguntó a él si quería casarse, mi amigo respondió: ¡no! que se case con “fulano” que me puso los cuernos con él. Y ahora mis invitados y yo nos vamos al convite que está todo “pagau”.
- ¿Y que hizo la novia? –preguntó Mara a punto de carcajearse.
- Nada, allí se quedó llorando la novia… la madrina que era la madre de la novia se desmayó y la novia del que había puesto los cuernos le dio una bofetada y salió de la iglesia corriendo y diciendo que ya no se casaba con él.

Imaginando semejantes escenas, me quedé dormida antes de que entrara la siguiente llamada en antena.

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